Pensamientos, Sermones

Cuando Jesús Entra

 

Ábranme las puertas por donde entran los justos, y entraré y daré gracias al Señor. Estas puertas conducen a la presencia del Señor y los justos entran allí.

Te doy gracias por contestar mi oración, ¡y por darme la victoria! La piedra que los constructores rechazaron ahora se ha convertido en la piedra principal. Esto es obra del Señor y es maravilloso verlo.

Este es el día que hizo el Señor; nos gozaremos y alegraremos en él.

Te rogamos, Señor, por favor, sálvanos. Te rogamos, por favor, Señor, haznos triunfar.

Bendigan al que viene en el nombre del Señor. Desde la casa del Señor, los bendecimos.

Salmo 118: 19-26

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El día de ayer recordamos un acontecimiento muy importante en el ministerio del Señor Jesús; las diferentes tradiciones cristianas le llaman de maneras distintas: los católicos le llaman “domingo de ramos”; los evangelicos le llamamos “domingo de palmas”; en esencia recordamos el día que Jesús entro triunfalmente a la ciudad de Jerusalen.

Su entrada a Jerusalen no fue una coincidencia. De hecho, es el fín de un largo camino de varios años de ministerio terrenal. Y es que aunque Jesús sanaba enfermos, no era ese el fin de su ministerio; liberaba endemoniados, resucitaba muertos, restauraba personas, limpiaba leprosos, etc., pero ese no era el fín de su trabajo aquí en la tierra. El fín, como lo narra Lucas, era el de “ir a Jerusalen”. Todo en el universo se había orquestado para que llegara ese día en que Jesús entraría a Jerusalen.

Cuando Jesús entró a Jerusalen, el ambiente cambió. Las cosas cambian cuando Jesús entra a algun lugar. Nada puede seguir siendo igual; nada puede continuar en desorden, el caos se va, las circunstancias cambian.

Cuando Jesús entra…

I. Toma lo que necesita.

Lucas 19:30-34 nos menciona el relato de la entrada de Jesús, dando instrucciones a sus discipulos de ir al poblado cercano, y tomar un pollino para que Él lo usara para entrar a la ciudad. La instrucción fue: “tomenlo, y si alguien les pregunta, diganle que el Señor lo necesita, y que luego lo devolverá”. Jesús entrando a Jerusalen, y tomando lo que el necesita. El toma cosas, para usarlas para su gloria.

Que maravilloso saber que cuando Dios entra a nuestras vidas el puede tomar todo lo que el quiera en nosotros. Yo me pregunto, ¿Cuántos de nosotros tendremos un pollino atado, esperando a que Jesús entre a nuestras vidas?

Cuando pienso en esto, dos ideas vienen a mi mente: La primera es que un “pollino” puede ser alguna habilidad, don o talento que tenemos, pero que no hemos usado. Alguno de nosotros pudiera pensar en alguna capacidad no explorada, algun don espiritual olvidado, alguna habilidad guardada que dejamos escondida como este “pollino atado”. Dios quiere entrar y comenzar a usarla. La segunda idea es aquellas cosas desagradables de nuestro pasado.  Todos tenemos situaciones que nos han dañado, heridas, cicatrices que permanecen en nuestra alma, que hemos decidido tener guardadas, escondidas. ¿Será que acaso Dios quiere entrar en nuestras vidas y desatar esos “pollinos”, esas cosas desagradables, y usarlas para su gloria? Jesús entra, y toma lo que necesita para recibir gloria en nuestras vidas.

II. Nos purifica.

Mateo 21:12-13 nos narra que una vez que Jesus había entrado en la ciudad, su primer parada es el Templo del Señor. Al entrar al Templo se encuentra con una realidad terrible. El lugar que debía ser un santuario de oración y adoración al creador del universo ahora dista mucho de esa función. Y es que con el paso de los años, y para “facilitarle” la vida a las personas que querían presentar sacrificios al Señor ahí, pero que vivían muy lejos, comenzaron a ofrecer los “servisios” de venta de sacrificios, es decir, palomas, tortolas, ovejas, cabras, becerros, etc. Y por la diversidad cultural y la realidad multinacional de la metropoli de Jerusalen, eran necesarios tambien los servicios de cambio de divisas; el problema es que todos estos “servicios” se instalaron el en templo de Dios. Ello ofendió a Jesús, y su reacción fue la de volcar las mesas y echar fuera a los cambistas con la frase: “Mi casa, casa de oración será llamada”.

Será acaso que de la misma manera como Jesús entró en el templo limpiando y purficando, necesita entrar en nuestras vidas y purificarnos. La vida hace que vallamos permitiendo cosas en nuestra cotidianidad, que al principio no son muy significativas, pero que con el paso del tiempo ingresan en lugares reservados para Dios. Y es que los animales y los cambistas eran necesarios, pero no dentro del templo de Dios. Así, algunos de nosotros permitimos que cosas que parecen insignificantes con el paso del tiempo entren a lugares sagrados de nuestras vidas, y que nuestro “templo del Espiritu Santo” se haga no menos que una cueva de ladrones. Cuando Jesús entra, el quiere purificarnos…

III. Nos sana.

El siguiente versículo inmediato del relato de la purificación del templo, ahora en el versículo 14 dice que  trajeron a Jesús a enfermos, y Jesús los sanó. Pero no sanó cualquier enfermedad, sino a los “ciegos y cojos”; esos que precisamente no podían entrar mas allá de los atrios exteriores; que por sus limitaciones físicas no podían ofrecer sacrificios al Señor. Son ellos los “rechazados”, que no pueden acercarse mas. Estarían ahí para pedir limosnas, o quizá uno que otro, con el anhelo de poder experimentar a Dios, de alguna manera, aunque sea de ‘lejecitos’. Jesús entra al templo, se acerca a ellos, y los sana. Y no solo los sana, sino que los capacita para participar de lo santo, de lo divino, de Dios, de una nueva realidad espiritual que para ellos había sido desconocida hasta entonces.

Jesús entra a nuestras vidas, y nos rehabilida. Habemos algunos de nosotros que habíamos sido unos discapacitados espirituales. Que asistíamos a la iglesia, que escuchabamos la palabra, que anhelabamos algo mas, pero que necesitabamos de Jesús, entrando en nuestras vidas, sanandonos. Dandonos la oportunidad de acercanos a Él. Jesús entrando, y sanandonos.

IV. Nos hace alabarle.

Por último, en el versículo 15, el relato nos dice que los principales sacerdotes se acercaron a Jesús, y le exigen que haga guardar silencio a todos esos gritones que estaban escandalizando. Y la respuesta de Jesús del versículo 16 me asombra; él les dice “nunca leiste en los salmos: ‘A los niños y a los bebés les has enseñado a darte alabanza’.” Jesús entra y alabanza fluye.

¿Alguna vez te ha pasado que te encuentras en una reunión cristiana, de búsqueda de Dios, hay un ambiente espiritual, la gente está orando, en actitud de oración, alguno de los asistentes tiene evidencias de estar teniendo un encuentro profundo con Dios, y sin embargo tu te sientes desconectado de todo? Jesús quiere entrar a nuestro corazón y encender ese deseo en nosotros por alabarle. Por decirlo de una manera simple, ‘conectarnos’ a adorarlo.

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A veces creemos que Jesús entra en la vida de una persona solo en el momento que normalmente asociamos al día en que fuimos salvos. Incluso hay personas que han identificado la fecha en que “Jesús entró en su corazón”; pero yo creo que debemos pedirle que entre en nuestras vidas constantemente.  La vida y sus afanes hacen que constantemente necesitemos de la intervención de Jesús en el interior de nuestras vidas, haciendo cambios, moldeando situaciones, transformando nuestro carácter. Así, sea que tu no conozcas a Jesús, o que tengas decadas de seguirle, necesitamos pedirle que entre a nuestras vidas hoy. Hoy yo necesito ser sanado, hoy yo necesito ser purificado, hoy yo necesito que el tome mis “pollinos” y los use para su gloria, hoy yo necesito alabarle… Te animo a que te acerques a Jesús hoy, y le digas las palabras de aquel viejo himno:

“Ven a mi corazón oh Cristo, pues en él hay lugar para ti”

Hugo Almanza

Sobre el autor

Hugo Almanza es un pastor metodista mexicano, radicado en Reynosa Tamaulipas; tiene mas de 10 años ejerciendo el ministerio, ha sido maestro del Seminario Wesley de Monterrey, músico y escritor.

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