Teologia

A un protestante

1. Dices que eres protestante, ¿por qué? ¿conoces el significado de esta palabra? ¿Qué es ser protestante? Supongo que dirás que es alguien que no es católico romano. Pero ¿qué es ser católico romano? Si no lo sabes, pues dilo, admite que no puedes responder. De eso se trata, ¿verdad? Aunque dices ser protestante no sabes qué significa ser protestante. Hablas en contra de los católicos romanos sin saber quiénes son. ¿Por qué aparentas saber algo cuando en realidad lo ignoras? ¿Por qué utilizas palabras cuyo significado no comprendes? 

2. ¿Quieres saber qué significan las palabras católico romano protestante? Católico romano es aquella persona que cree que el Papa u Obispo de Roma (papa, es decir, padre, era el nombre que antiguamente se daba a todos los obispos) es la cabeza de toda la Iglesia Cristiana, y que la Iglesia de Roma, es decir, aquella cuya cabeza es el Papa, es la única Iglesia Cristiana. 

3. Con el correr del tiempo, muchas ideas erróneas fueron ganando terreno dentro de esta iglesia, lo cual motivó que muchos hombres de bien hicieran oír su voz de protesta. Finalmente, hace unos doscientos años, el Papa convocó a muchos obispos y otras personalidades para que se reunieran en la ciudad de Trento, en Alemania. Pero allí, en lugar de corregir esos errores, se les dio carácter de ley y fue así que pasaron a las generaciones subsiguientes. 

4. Dentro de estos errores podemos mencionar las siguientes doctrinas: los siete sacramentos, la transubstanciación, la comunión en una sola substancia, el purgatorio–que lleva a orar por los muertos–la veneración de reliquias, y las indulgencias, o perdón que otorga el Papa y se compra con dinero. Hay quien cree que estos errores, graves por cierto, sólo degradan la pureza del cristianismo, pero yo estoy seguro de que los que mencionaré a continuación lo hieren en la raíz y conducen a la desaparición de la única religión verdadera que existe en el mundo: 

5. Primero, la doctrina del mérito. El fundamento mismo del cristianismo es que los seres humanos no poseen ningún mérito delante de Dios. Somos justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, no por nuestras obras o merecimientos, sino por fe en la sangre del pacto. Pero los católicos romanos sostienen que una persona puede alcanzar o merecer la vida eterna por sus obras, y que somos justificados, no sólo por la fe en Jesucristo, sino por la fe y las obras en forma conjunta. Esta doctrina ataca la raíz de la fe cristiana, el fundamento mismo de la religión verdadera. 

6. Segundo: las oraciones a los santos y la adoración de imágenes. A la virgen María le rezan de la siguiente manera: «¡Oh, madre de Dios, Oh, reina del cielo, haz que tu Hijo tenga misericordia de nosotros!» Con respecto a las imágenes, dice el Concilio de Trento: «El uso correcto de las imágenes consiste en honrarlas inclinándose delante de ellas.» Esta doctrina ataca la esencia de ese gran mandamiento (que según los católicos romanos es parte del primero): No te inclinarás a ellas ni las honrarás, y esto quiere decir ante ninguna imagen, ninguna en absoluto. Tales prácticas son pura idolatría, clara y manifiesta, aunque intenten negarlo o buscar excusas. Esto tiene como consecuencia directa menoscabar el amor a Dios que es, sin duda, el primer y gran mandamiento. 

7. Tercero: La doctrina de la persecución. Durante siglos esta doctrina ha sido una de las favoritas de la Iglesia de Roma. En líneas generales, los católicos sostienen, aún hoy, que se debe obligar a todos los herejes (es decir, a todos los disidentes) a aceptar lo que ellos consideran la fe verdadera; se les debe obligar a incorporarse a la iglesia, o borrarles del mundo. Ahora bien, esto ataca y destruye la esencia misma del segundo mandamiento. Propicia el fanatismo, siempre acompañado de ceguera y resentimiento, y enciende la ira, el odio, la enemistad y los conflictos, es decir, todas las conductas, palabras y obras contrarias al mandamiento de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Es, pues, evidente que estas doctrinas de la iglesia romana acerca del mérito, la idolatría y la persecución, al destruir tanto la fe como el amor a Dios y a nuestro prójimo, conducen a la desaparición del cristianismo auténtico de este mundo. 

8. Bien hicieron quienes nos precedieron en la fe en protestar contra todo esto, razón por la cual les llamaron «protestantes». Protestaron públicamente contra todos los errores de la Iglesia de Roma, pero particularmente contra estos tres: anular el valor de la fe cristiana al sostener que el ser humano puede ganar el cielo mediante sus obras; sustituir el amor a Dios por la idolatría, y el amor al prójimo por la persecución. ¿Eres «protestante» en todo el sentido de la palabra? ¿Estás en contra de todos los errores de la Iglesia de Roma, pero muy especialmente, en contra de los tres grandes errores arriba mencionados? ¿Declaras públicamente que te opones a la doctrina de los méritos, es decir, a la salvación por obras, a la idolatría en cualquiera de sus manifestaciones y a todo tipo de persecución? Yo no tengo dudas, pero tú sí. Públicamente declaras que te opones a estos tremendos errores de la Iglesia de Roma, pero ¿coinciden los dichos de tu boca con lo que siente tu corazón? ¿O celebras en tu interior lo que exteriormente rechazas? Buena cosa sería que tú, que tanto hablas en contra de los católicos, resultaras ser uno de ellos. Bueno sería que tú fueras (aunque no tengas conciencia de ello) un perfecto católico romano en el fondo de tu corazón. 

9. Veamos, primeramente, cómo esperas alcanzar la salvación: ¿haciendo tal y cual cosa? ¿crees que es cuestión de no lastimar a nadie, pagar a cada uno lo justo, decir tus oraciones, asistir a la iglesia y participar de los sacramentos? ¡Ay! ¡Ay! Ahora sí te has quitado la máscara: esto es la más pura doctrina católico-romana. Sería mejor que hablaras claramente y dijeras «Confío en que seré salvo en virtud de mis obras.» ¿Qué lugar le asignas a Cristo entre tanto? Pues él no interviene hasta que llegas al final de tu oración, en ese momento dices: «por amor de Jesús» sólo porque así está escrito en tu libro. Amigo mío, la base de tu fe es católico-romana. Pisoteas la sangre del pacto al buscar la salvación por medio de tus propias obras. ¿Y qué otra cosa puede esperarse de un católico romano? 

10. Sigamos adelante: ¿Estás más libre de la idolatría que los católicos? Es verdad que seguramente tú la expreses de manera diferente, pero ¡que poco importa esta diferencia! Ellos colocan los ídolos en sus templos; tú los colocas en tu corazón. Sus ídolos sólo están recubiertos de oro o plata; tu ídolo es el oro puro. Ellos adoran la imagen de la Reina del Cielo; tú, la imagen de la Reina o del Rey de Inglaterra. En otras palabras, ellos idolatran a una mujer o a un hombre muertos, en tanto que tu ídolo está vivo. ¡Qué insignificante es la diferencia a los ojos de Dios! No es mucho mejor quien adora el dinero en Londres que quien adora imágenes en Roma, ni es mejor quien idolatra a un pecador vivo que quien le reza a un santo muerto. 

11. Avancemos un poco más: ¿Crees que en otros países los católicos romanos persiguen a quienes no piensan como ellos obligándolos a renegar de sus principios? Pues en nuestro país algunas personas que dicen ser protestantes, tratan de hacer lo mismo, en la medida de lo posible. Dices que un romano no tolera opiniones disidentes, pues tampoco las tolera el inglés si encuentra la forma de evitarlo. ¿Acaso tú serías capaz de hacerlo? ¿No es verdad que crees que el gobierno es demasiado tolerante con quienes no pertenecen a la Iglesia? ¿No te gustaría que sacaran a tal o cual persona? Sabes bien qué harías si estuvieses en su lugar. Y guiado por este mismo espíritu continuarías con la Inquisición en Roma, y volverías a encender el fuego en Smithfield.

12. Porque nuestra nación está plagada de protestantes que se han cargado de méritos y de idolatría, asi como también de un fanatismo ciego y atroz qie los hace participes del espiritu de persecución, es por eso que ahora Dios, el Dios grande, el Dios justo y celoso, ha desenvainado su espada en nuestra tierra; por eso los ejercitos extrangeros están prontos a lanzarse sobre nuestra nación como el buitre sobre su presa, y los católicos militantes están a punto de devorar a los falsos protestantes. 

13. ¿Deseas escapar del castigo de Dios? Entonces, primero, te ruego que seas un auténtico protestante. Mediante la ayuda del Espiritu de Dios (ya sabes que sin él nada puedes hacer), deja de lado toda confianza en tu propia justicia, toda esperanza de ser salvo por tus propias obras. Reconoce que tu único mérito es la condena eterna, que lo que tú mereces es la condena del infierno. Humíllate bajo la diestra poderosa de Dios. Échate en el polvo y guarda silencio. Deposita toda tu confianza en la sangre rociada, toda tu esperanza en Jesucristo el Justo, y toda tu fe en aquel que justifica al impío mediante la redención que es en Cristo Jesús. Echa fuera los ídolos de tu corazón. No ames al mundo ni las cosas que están en el mundo. Teniendo sustengo y abrigo, debes estar satisfechi, no desees nada fuera de Dios. Escucha hoy su voz que permanentemente te pide: “Hijo mio, entrégame tu corazón.” Entrégale tuvida Aquel que se entregó por ti. ¡Que puedes amar a Dios así como él nos amó! Deja que Dios sea tu gozo y tu porción, tu único deseo y felicidad aquí y en la eternidad. Si amas a Dios, tambien amarás a tu hermano; estarás dispuesto a dar tu vida por él y abandolarás por completo todo deseo de quitarle la vida o de lastimar ni un solo cabello de su cabeza. Luego dejarás su conciencia en libertad, ya no querrás obligarle a que adopte tus opiniones así como él tampoco puede obligarte a que juzgues según sus criterios. Antes bien, cada uno dará cuenta de si delante de Dios. 

14. Es cierto que si él está mal informado tú deberías procurar darle mejor información. Pero cualquier cosa que hagas, hazlo con amor, con afecto fraternal y humildad. Defiende la causa de Dios pero recuerda que la ira del hombre no obra la justicia de Dios. El celo que se manifiesta como ira, aunque se oponga al pecado, es su servidor; el verdadero celo no es otra cosa que la llama del amor. Este debe ser tu autentico celo como protestante: aborrecer todo tipo de persecución y hacer que tu corazón se encienta de amor hacia toda la humanidad: amigos y enemigos; vecinos y extrangeros; cristianos, paganos, judios y turcos; católicos y herejes; ama a cada alma creada por Dios. Haz que asi alumbre tu luz delante de los hombres, para que glorifiquen a tu Padre que está en los cielos. 

Juan Wesley 

El presente texto es extraído de «Las Obras de Wesley», Tomo 7, p. 273, editado por Justo Gonzalez, para Wesley Heritage Foundation, Inc.

http://www.wesleyheritagefoundation.org

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